La verdad a veces duele en lo profundo del espíritu, lastima como mil dagas clavadas en la piel.
Aveces simplemente no la queremos ver, vamos por la vida como si lleváramos anteojeras, protegiendo nuestro interior de ese pesar que sabemos que existe cuando la reconocemos realmente. Si viene de alguien muy cercano, la aflicción es mas grande y lastima nuestro ser como sal en llagas abiertas, como alcohol en la herida expuesta.
Nos preguntamos como pudo pasar, si lo dimos todo, como una madre entrega su propia vida. Nos defraudaron, esa verdad sigue lastimando y carcomiendo lo virtuoso. Ya no hay más para decir hasta las buenas intenciones, no son lo mismo que antes.
Solo queda mirar a tras y tratar de no caer en la inconsciencia, pero preservar nuestra alma tratando de perdonar.
M.PORRA.S
12/09/12.
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